lunes, 11 de julio de 2011

Los latidos se aceleran sin remedio

Mis labios no pueden más que saborear los tuyos, inaugurando este vals que preludiaban los suspiros. Los míos, los tuyos, los nuestros. Me inclino, retando a la oscuridad mientras intento encontrarte, tumbada en esta cama desgastada de tanta miseria. Mis manos no desisten, saben que estás aquí. Conmigo. Te encuentro, pero te vas, intentando esconderte de mí. Los latidos se aceleran sin remedio.

Sin embargo, la luz del amanecer se abre paso entre mis párpados. Noto el sudor que recorre mi cara y escuece en los ojos, llenos de malestar ante este nuevo despertar. Mis manos, que aprendieron a no darse cuenta de nada, continúan en esta búsqueda incansable de ti. Lástima que ya no estés, y que en su lugar sólo encuentre el tacto frío de una botella derramada sobre la alfombra y a alguien que no sé quién es, en mi propia cama. Contigo te llevaste todo el orden de mi vida, convirtiendo en un caos cada crepúsculo, transformando la calma en una tempestad. El día que te fuiste dejé de ser yo. Me transformé en una especie de monstruo que se fuma sus sentimientos y se emborracha con sus sueños, dependiente de ti, pero sin ti. Drogada hasta la médula de todo cuanto encuentro a mi paso. Añorando tus abrazos, los únicos que me ayudaban a quererme, a sentirme alguien y viva. Llorando por aquel billete que tomaste únicamente de ida. Por el portazo de la puerta tras tus pasos, y alegría que huía contigo. 

No. Esto no puede seguir así. No quiero volver a despertar de este modo.

miércoles, 22 de junio de 2011

¿Premio para mí? :DDD

Ay, ay, ay... ¡Qué sorpresa! :$ Este tipo de recibimientos suben muchísimo la moral y me agrada pensar que puedo gustar a alguien o entretener :D 

La verdad es que no me esperaba nada de esto... ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS ! Te conozco todo lo que permiten estos lares cibernéticos, pero creo que eres una buena chica, que te gusta escribir, disfrutas con ello y me encanta leerte (espero poder seguir haciéndolo mucho tiempo más). Gracias de nuevo (:


Y ahora... Las preguntas:

1. ¿Cuál ha sido tu mayor travesura de la infancia? 
No recuerdo ninguna la verdad, siempre he sido una chica tranquila (jajaja (H)). Únicamente hablar de una ocasión en la que quería escaparme de casa y fui a casa de mi abuela (¡a dos calles de distancia!).

2. ¿Por qué creaste el blog?
Para liberarme cuando lo necesitara; escribir es una muy buena forma, para mí al menos, de evadirme de la realidad, entrar en otro mundo especial (:

3. ¿Qué tipos de blogs sigues?
Los blogs que más suelo seguir y visitar son de personas que cuentan historias realmente increíbles, que saben manejar las palabras (son "genialosos") y de reseñas de libros.

4. ¿Tu producto de maquillaje imprescindible? 
Sin duda, el lápiz de ojos, es el producto que más utilizo (casi el único).

5. ¿Tu color favorito?
Azul Cian (L)

6. ¿Tu perfume?
Antes solía gustarme Halloween, tiene un olor... (L)

7. ¿La película que más te ha gustado? 
No te lo vas a creer Sapphire, pero esa película, "Un puente hacia Terabithia", es de mis favoritas (es preciosa (L)). Otra puede ser, "Los puentes de Madison", "Toy Story 3" etc, etc...

8. ¿Qué países te gustaría conocer y por qué? 
Pfff... Todo el mundo, la verdad. Me encanta viajar y conocer nuevas culturas y ambientes. Japón, Inglaterra, Australia, Nueva York...

9. ¿Cuál es el secreto de la felicidad? 
Es un secreto. Cada uno sabe a la perfección cuál es...

10. Esta pregunta háztela y respóndetela.
¿Estación preferida? Invieeeerno, ODIO el verano (menos sus noches :D)

11. ¿Cual fue el mejor día de tu vida? 
La verdad... No podría elegir sólo uno... Todos ellos están archivados en mi memoria. La mayoría de ellos con él (L)

12. ¿Cuál es vuestro cantante favorito?y¿qué harías para conocerlo? 
Gerard Way (MCR). Lo adoro desde que le conocí (no "in person"...), y haría lo que fuera (excepto tres o cuatro cosas...)

13. Tienes alguna ''adicción''?¿Cual?
El chocolate, sin duda. Por más que lo intente... no logro huir >.<

14. ¿Cuál es tu amor platónico?
Johnny Deep y Brad Pitt (L)

15. ¿Cuál es tu color de ojos preferido?¿Por qué? 
El marrón amielado (L)

16. ¿Sobre qué escribís cuando os sentís inspiradas? 
Normalmente, sobre algún hecho en particular alegre. Para subir la autoestima del personaje...

Le doy el premio... a... (gracias a todos ellos por escribir como escriben :D):



El alma de la lluvia (Ábrelo ya >.<)


De nuevo, ¡MUCHAS GRACIAS! Pronto renovaré el blog :)

miércoles, 15 de junio de 2011

La dolorida habitación 355

(Si quieres conocer a Amaia, antes de nada lee la historia de Amaia)

Hacía ya tres meses desde aquello, y el chico se mantenía en un profundo sueño. Tres meses atrás, había cerrado sus ojos débiles para no volver a vislumbrar la luz de nuevo, lo último que observó fueron las mejillas de Amaia. Había depositado en ella sus últimas palabras de clemencia. Atemorizada, no supo qué hacer con aquel cuerpo abatido, pleno de moratones por doquier. Había sido víctima de una dura paliza, sin duda; sin embargo, seguía respirando a duras penas; se amarraba a su corazón, obligándole a que no dejara de bombear; no quería soltar la mano a la vida.

No quería verse involucrada en nada como aquello, y menos en aquel día, cuando su abuela les había abandonado a todos, al amparo de una vida miserable. Aún así, se apresuró a salvar la vida de ese muchacho, llevándole al hospital más cercano, a duras penas, y siguió acudiendo, día tras día, para comprobar si lograba abrir los ojos, y escapar así del coma. No sabía qué extraño sentimiento le obligaba a dirigir sus pasos hacia la habitación 355, sentarse al lado de la camilla y hablarle. Sentía que le conocía desde siempre, las palabras que salían de sus labios no eran seleccionadas ni filtradas previamente, sino que sabía exactamente lo que tenía que decirle. A pesar de todo, seguía sin levantar los párpados, ni siquiera para descansar de la nada que debía apesadumbrar al chico. Sus primerizos prejuicios hacia él, dejaron paso al cariño y la responsabilidad por él. Quería conocerle, saber qué le había llevado a caer en esa calle apartada del mundo, qué miedos tenía, e ilusiones, si prefería el verano o el invierno... Amaia le había dado la oportunidad de regresar.

Era miércoles. Comenzaba el cuarto mes desde el incidente, y aún no despertaba. La primavera dejaba sus primeros rastros entre los jardines, renaciendo las flores germinadas durante el invierno. Amaia decidió que sería buena idea coger un par de margaritas y alegrar la habitación. Quizás despertara, al menos pronto.

- Oh, dios mío... -Amaia se quedó plantada en la puerta, sin que sus piernas pudieran responder. Sabía que este momento tenía que pasar, quizás, en el fondo, creía que podría cuidar de él siempre, sin que él supiera quién estaba tras sus cuidados y visitas diarias. Sí, él había despertado, y lo peor de todo es que el corazón de Amaia comenzaba a enloquecer por la cantidad de sentimientos agolpados en su puerta, que intentaban abrirse paso sin esperas- Oh, no.

Sus manos habían abandonado todo deseo de fuerza y soltaron las margaritas. Hasta que rozaron el suelo, el chico no se percató de la presencia de Amaia en la puerta, que parecía ansiar abandonar la habitación y, en el mismo instante, entrar.

- Hola. Mi nombre es Daniel.

martes, 17 de mayo de 2011

Últimos susurros.

Hacía unos segundos que Amaia había abandonado aquel banco donde recogió por un momento sus pesares y lágrimas, y ya había comenzado a nevar. ¿Sería su abuela desde otros parajes, viéndola llorar? La verdad, ella nunca había dado crédito a ese espacio místico y a un dios que no para de reafirmar su teoría sobre su inexistencia. La nieve, como la lluvia, alegraba los días negros de Amaia, como aquel día.

La nieve se posó por unos instantes sobre los tejados de las afueras de la Valencia, deshaciéndose con los rayos de sol que lograban atravesar las gruesas nubes contenidas de lluvias torrenciales. Amaia caminó donde sus pies le guiaban, sin apartar los ojos de las pisadas que dejaba tras de sí, preguntándose cuánto tardarían en borrarse; como si nunca hubiera pasado por aquella calle. Sin embargo, algo o alguien llamó su atención, levantando la vista por primera vez en varias horas. Era un chico sollozando débilmente recostado sobre una pared resquebrajada, llena de lo que parecía ser un intento de blanca pintura. Amaia se acercó guiándose por aquellos llantos penosos que salían sin ganas de los labios agrietados del chico; apestaba a alcohol. Otro chico como otros muchos que buscaban consuelo junto a la barra de un bar y, finalmente, encontraban a duras penas una salida que les llevaba hacia más dolor inevitable. No sabía si acercarse más o alejarse de allí sin tornar la vista atrás; quizás sólo fuera un chico que aún no había crecido, ni nunca lo haría. Un niño que sólo ansiaba la pena.

Cuando se disponía a incorporarse, vio, sin embargo, un hilillo rojizo que bajaba desde su cuello hasta perderse más allá de su cintura, fraccionándose aún más, alcanzado la nieve amontonada tras él, en fastuoso contraste. Era sangre.

- A... Ayúdame -rogaron los labios de aquel chico, que habían logrado articular una sola palabra, sin levantar la vista del suelo-

Su cabeza rodó débilmente hasta quedar inerte a su derecha, mientras la nieve continuaba, impávida, cayendo sobre sus últimas suspiros.

domingo, 1 de mayo de 2011

Como un volcán latente

Era invierno. De los más fríos en años. Amaia había dejado atrás todos esos llantos, cumplidos sin sentido y caras derrotadas por el cansancio. Ni siquiera se había despedido, simplemente sintió que no podía soportarlo más. Esta vez, las lágrimas que se habían contenido en esas bolsas grisáceas bajo sus ojos soñolientos huyeron, calentando su mejilla sonrosada en su trayecto hasta llegar a la barbilla cuan barranco inevitable. Les prohibió terminantemente que salieran de sus ojos, incluso cuando vio cómo su padre y otros hombres más que no pudo reconocer, llevaban a hombros el ataúd de su abuela. Ese cuerpo inválido, desgastado tras tantos años de trabajo había dejado de latir. La furia que le corroía se concentró en sus puños, apretados hasta el punto de volverse morados. Su corazón parece gritar desconcertado a punto de erupción, como un volcán latente.

Sus zapatos toqueteaban la hierba de aquel cementerio, donde muchos otros cuerpos ya sin dueño descansaban, al fin. Quería, necesitaba salir de ese lugar tan desolador. Pero sus mejillas no paraban de mojarse. El camino parecía eterno. Las facciones de su abuela no paraban de recomponerse en su cabeza; pedazo por pedazo, arruga por arruga. Por más que intentó arrancarse esa idea de la cabeza, no pudo. Se sentía impotente. Nada de lo que ella pudiera hacer valdría para algo. Nada. Cuando estuvo fuera de la vista de sus padres, se arrinconó en un banco, bien atrapadas sus rodillas y explotó.

La voz de su abuela se coló entre los llantos que no parecían querer parar, narrando aquella historia que Amaia ya conocía de memoria: el cuento de la golondrina Martina. Aún con casi diecisiete años, le encantaba oírla una y otra vez, disfrutando con cada frase y esperando con impaciencia la siguiente. La golondrina Martina era, quizás, la más conocida porque lograba apartar las desesperanzas del mundo.

Por un segundo, Amaia sonrió y comenzó a nevar.

sábado, 23 de abril de 2011

Génesis

Hace unos años, quizá incluso diez porque sus recuerdos no eran nítidos ni se encuadraban en ningún momento en concreto, ella vagaba por las calles sinuosas perdida entre las palabras que afloraban en su pensamiento y algunas que otras notas de piano. Parecía contemplar el cielo como si fuera la primera vez, aquel lienzo coloreado con tonos azules y otros grises, unas lágrimas que emborronan ese desgastado papel como nubes, y unas palomas que punteaban ese día nublado. El aire no dejaba oírse, ni siquiera sus susurros característicos que acarician los oídos, narrando historias fantásticas y cuentos que erizan los cabellos de la nuca. Una mujer ataviada con un abrigo que le caía en línea recta hasta cubrir más allá de las rodillas cruzó una mirada con ella, unos párpados apenados. Parecía inquieta por algún problema sentimental por cómo el rímel se descomponía entre sus facciones cansadas de noches en vela. Ella lo veía todo; nada lo pasaba por alto. Le gustaba imaginar hacia dónde se dirigía esa y aquella persona, qué le gustaba comer y en qué pensaba antes de irse a dormir.

Gustaba de la lluvia fina y débil y cómo acariciaba sus poros hambrientos; admirar el vapor que escapaba de su piel blanquecina tras un tibio baño con olor a vainilla; apostar a las carreras de gotas que trotaban como una exhalación hasta desaparecer en el bañado alféizar; dejarse caer sobre sus almohadones bien mullidos y mirar hacia el techo, tarareando melodías extrañas que surgían de entre sus cabellos. Sonreía por y ante todo. Era capaz de asombrarse por cada ocaso o por la rapidez con que la luz llegaba a su lámpara y alumbraba sus páginas.

Pero, como ya he dicho antes, su mayor pasatiempo era inventar historias, narrar fantasías y relatar cuentos de niños. Por la noche, se escondía bajo las mantas, con el aire invernal tropezando en su ventana, encendía su lamparilla de noche y escribía. Rehuía de escribir sus propios sentimientos, pensaba que carecían de utilidad o  fascinación. Lo que no sabía Amaia es que, mientras ella vagabundeaba entre las calles de Valencia, alguien que ella desconocía por completo, escribiría su propia historia.

PD: Gracias, gracias y gracias a todos los que me seguís. Cada vez que me encuentro con alguien nuevo que ha tropezado con este blog y ha dejado su huellita... ¡Me alegra el día! Gracias (:


(Por cierto, esto... continuará)

sábado, 9 de abril de 2011

Sabía apreciar los ínfimos placeres.

Os voy a contar una historia tierna y triste. Es la historia de una mujer que nadie conocía de verdad, que nadie se ocupaba de conocer. Por la que nadie preguntaba si un día no llegaba. Una mujer que pasaba desapercibida entre las odiosas multitudes de personas charlatanas y ansiosas de más poder entre el resto de mortales. Una mujer que sentía cómo pasaba el tiempo entre sus blanquecinos dedos de porcelana, cómo los demás parecían ir más deprisa, a cámara rápida, mientras ella mantenía bien apretado el botón de pausa. Una mujer que en ocasiones, decían, gustaba de pasear sola bajo la mortecina y débil lluvia sin más compañía que una sonata de piano resonando en sus tímpanos. Y así, corriendo las gotas por sus sonrosadas mejillas, decía sentirse feliz. Una mujer que no quería escuchar lo que las ociosas bocas tenían que decir sobre Ella y su forma de ver la vida, siempre recogida entre cortinas bordadas. Incluso, se oyó que ella desayunaba mermelada de fresas con alegría y superación, porque, aunque fuera diferente, aunque no necesitara tener a nadie más, aunque todos la creían un bicho raro, era feliz con aquellos ínfimos placeres que la vida es capaz de darnos. Ella sabía apreciarlos.

Es más, se enamoró. Y sus días parecían pasar más lentos hasta su necesaria visita rutinaria, la de su amor y vida. Se lo daban todo. Al fin Ella tenía a alguien más que sus compañeras las gotas de lluvia, y no le molestaba esa compañía. La cambió por completo, no se sentía mal entre sus brazos ni arropada entre sus besos. Añoraba despertar entre su respiración alborotada y sus manos que pedían más y más caricias. Todo parecía perfecto. Ella se dejaba llevar por ese risueño sentimiento, pero cruel al mismo tiempo.

Porque un día de muchos otros, al amanecer, tras una larga noche de caricias de terciopelo y besos de mazapán, él se fue.

martes, 29 de marzo de 2011

Ebrias palabras de amor

Aún mi cuerpo recuerda ese aliento desgarrando mi espalda sudorosa mientras rogaba hasta la saciedad por que parara. No recuerdo, explícitamente, como habíamos llegado a esa situación, dolorosa y rumiante de cariños. Sólo logro rememorar nuestros primeros encuentros a escondidas, saltándonos las vallas que vedaban nuestro amor; aquellas palabras que saboreaba hasta que terminaban por deshacerse entre mis labios, palabras que reclamaban confianza y pasión. No sé cómo llegué a amar esos primeros gritos, discusiones, y algún que otro plato roto, fruto de la ira desbocada. Comencé a asustarme por aquellos arrebatos que, aunque esporádicos, provocaban mi angustia incesante cuando nos encontrábamos a menos de cinco centímetros. Pero aprendí a conformarme con las migajas que saciaban mi sed de él. Migajas que cada vez disminuían, que incluso desaparecían. El primerizo odio fue dejando paso al desprecio, al asco.

Mi amor vuelve a consumirse en esta habitación, hoy lejos de él. Amé sus voces celosas por mí, sus bofetadas en mitad de la noche que decía eran necesarias, mi reclusión entre cuatro paredes malditas y deseando que en su vuelta no trajera una botella de ron bajo el brazo y una sonrisa desbocada, ansiosa de una pasión obligada que estaba destinada a ofrecerle. El esmalte rojo, aquel que animaba a mi sonrisa salir de su guarida, se desgastaba como nuestro cariño. Me creía princesa, hasta que aparecía por la puerta; quería salir volando de allí, abrir las ventanas y saltar con mi amor a cuestas. Dejarlo atrás, pero algo me amarraba a ese horrible piso. Él.

Pobre idiota que confió en esas ebrias palabras de amor.

viernes, 18 de marzo de 2011

Mediocridad

Siento como mi oportunidad se está agotando; siento como mi tiempo se consume; siento como camino sin dejar apenas un retazo de huella. He intentado de mil modos y otras tantas maneras creerme alguien que sería alguien, que podría alcanzar sus sueños dejándose la piel y parte del corazón si era necesario; hacerle pensar a la mediocridad que se había equivocado de puerta, que ésta no era la puerta adecuada; decirme a mí misma que puedo, que sé, que valgo. Pero, ¿y si no es así? No tengo poderes especiales, no soy famosa, no sé si llegaré a algo, no sé si quiero intentarlo.

La mediocridad persiste en su ardua tarea. No, no es aquí, estoy segura; me queda mucho por intentar. Pero continúa insistiendo cual marea que quiere abordar los últimos tramos de arena sin cubrir. No. No. Si soy mediocre, si no sirvo, si no podré levantarme, si no soy irrepetible, por favor, déjame intentarlo, averiguarlo por mí misma hasta tener la certeza. Equivocarme, llorar, sentir, luchar, caerme y volverme a levantar, escalando la alta pared del suplicio. No, sé que quiero intentarlo, tengo fuerzas aún entre los resquicios de mi cuerpo, fuerzas que utilizar para hacerme un hueco entre las páginas de la vida; sé que puedo superarme, haré lo que sea necesario. Necesito saber si hubiera podido hacerlo. Ahora. No admitiré aún que sea mediocre.

martes, 8 de marzo de 2011

¡Premio! ^__^

¿Quién me iba a decir a mí que al conectarme esta mañana, sin apenas peinar, iba a recibirme un gran premio? ¡Pues así es! ¡Muchísimas gracias, Michelle, alma de la lluvia, guapísima!

A todos los que se pasen por aquí se lo recomiendo fervientemente porque es único, es increíble y a mí al menos me encanta cuando escribe alguna cosilla nueva. Espero que llegue a ser todo lo que se proponga, ¡y le animaré siempre!  http://sintiendoelairealrevess.blogspot.com

7 cosillas sobre mí:
* Me encantan los perros aunque sólo tengo una (a la que adoro)
* Mi sueño es ser arquitecta
* Escribo porque me hace sentirme completa e incluso más desahogada
* Mi principal pasión es leer 
* Me gustaría estudiar mi carrera en Barcelona, pero está demasiado lejos
* ¡Soy una llorica de cuidado!
* Entre mis gustos musicales destaca la música rock en inglés

Mis 5 blogs nominados son:

(Lo siento pero tengo muy poco tiempo :/)
¡Gracias por el premio! :D
Un tierno saludo ^^

sábado, 5 de marzo de 2011

Siempre tú

Un café humeante, una estantería rebosante de fantasmas que necesitan salir de sus encierros en todos esos libros y un corazón, mi corazón, anhelante de tu llegada. Estos minutos se hacen eternos, no puedo evitarlo. Y pienso. Oigo como repiquetea la lluvia en mi cristal, como las gotas caen y caen sin cesar. Me alegro de que llueva. Hace que recuerde otros felices momentos que ya abandonaron el presente pero que continúan en mi interior, insaciables; la lluvia me ayuda a sacarlos de su escondrijo. Recuerdo una noche veraniega junto a una ligera brisa reconfortante; pensamos ir a un parque de niños y rememorar viejos tiempos. Una no vuelve a tener diez años todos los días. Carcajadas y sonrisas tímidas acechan a cada balanceo, mientras te miro y sé que disfrutas tanto como yo. Me dejo llevar por esta noche e intentó alcanzar las hojas de los árboles más cercanos cuando estaba en el punto más alto, sin éxito, como siempre quería cuando era una niña. Pero de pronto se paró. Fuiste tú. Estabas detrás abrazándome, tu barbilla apoyada en mi cuello.

- Quiero ser quien te traiga a estos parques todas las noches. Quiero ser tuyo. Te quiero, mi vida.

En ese instante, supe que tenía que hacer. Amarte. Con cada una de las letras y hasta que mi alma sucumba. Una promesa de niños adultos. Mientras tanto, interrumpen mi sueño. Alguien toca el timbre. Espero que al fin seas tú.

sábado, 19 de febrero de 2011

Como una brisa desconocida, te encontró y fue todo.

Mientras se subía sus calcetines grises, Anne pensaba en toda aquella situación. Tú y ella, que combinación tan estrafalaria, ¿no? Nada en común, nada que compartir a las luz de unas velas lloriqueando pequeñas gotas de cera o al lado de un incienso olor canela o vainilla. Todo parecía como una constante lucha por sobrevivir, un nado constante hacia el horizonte mientras las olas obligan tu vuelta hacia la orilla. Pero como todo, llegar a esta montaña escarpada tendría su recompensa. Esa recompensa eres tú.

El mejor néctar con que sus labios podían soñar eran los alientos que volaban desde los tuyos. La luz que ella buscaba entre los matorrales eran tus ojos como luceros tímidos. Parece increíble, esta química, esta sensación de felicidad completa cuando dos personas encuentran todo aquello que necesitan o una mano en momentos de flaqueza en una única persona, quizás a menos de dos metros de tu naricilla. 

Ya comenzaba a ponerse el jersey que había cogido del armario de su madre, cuan ratoncillo ladrón, cuando se acordó del día que te encontró. Anne no sabía quien eras, pero sí quién serías, aunque sé que nunca llegó a decírtelo. Ella lo tenía todo planeado, y tú eras la víctima. Querías huir de su mirada celeste, pero una vez caíste era imposible cambiar la dirección. Un café, una copa, una película a solas y unas cuantas palomitas saladas, bastaron para hacerte confidente de sus besos y caricias. 

martes, 1 de febrero de 2011

Lo necesitaba.

Necesitaba un día de éstos; de los que cabe acordarse alguna que otra vez en la vida y de los que preferirías borrar. Un día en que todo parece abrumador y nostálgico. Un día en que, cualquier meta que anteriores días parecía más cerca, marchará lejos. Un día dedicado al llanto, en honor a la lágrima y la pesadumbre. Un día en que parece como si todos los problemas hubieran acordado una venganza en contra tuya y se aliarán para lograr destruir tu coraza, esa que cuidas con tanto mimo, donde guardas tu verdadera y triste sonrisa, donde esconden todo el dolor. Bajo una sonrisa reconstruida con trocitos de felicidad esparcidos por doquier, esos que nos dejamos apartados debajo del sofá, o que guardamos con decoro para sacarlos en tiempos difíciles. Pero, realmente, estos pedacitos son fáciles de separar con un simple pellizquito en el lugar apropiado.

Lo necesitaba. Anhelaba poder abandonarlo todo, sólo con el sonido de mi respiración retumbando silenciosamente, enterrarme bajo un armamento de mantas y llorar. Explotar. Sacarlo todo. Mis lágrimas querían huir de esta asfixiante rutina, pero yo las encadenaba a mis párpados, amarradas a mis pestañas, impidiéndoles el descanso. Pero creo que la condena debe terminar, y he tenido que dejarlas marchar.

domingo, 16 de enero de 2011

Un bonito cuento para creerse

Supongo que los días pasan y que no volverán. Quisiera atar esos días que parecían no tener fin, sólo abrazada a ti y disfrutando de esas frías noches de invierno, y guardarlos dentro de este cuaderno roído por los años. Todos los llantos que pedían escapar a gritos de su escondite, esas palabras únicas que me salvaban de una caída inminente. El amor que se olía incluso a través de las paredes, queriendo llegar a todas partes y a todos los olfatos. Nuestros cuerpos jóvenes buscando compañía entre sábanas desechas, junto con unas sonrisas que saludaban entre las comisuras de tus labios. Los abrazos que no te di y los besos que me guardé; quisiera tenerte a mi lado para regalártelos. Temo perder todo esto.

Inevitable. Ahora estoy tendida en una cama, vieja y arrugada como yo, vagando de habitación en habitación intentando recordar quién soy y no perderme entre los pasillos que, cada vez que despierto, se vuelven desconocidos para mí. Anoche vinieron a esta residencia unos hijos desconocidos que clamaban por mi reconocimiento. Pero no sé quién son; no recuerdo. Los acompaña un señor algo entrado en canas con unas gafas que indicaban su clara miopía. Me saluda, y al cruzarse nuestras miradas siento algo. ¿Qué es esto? No puede ser que a mi edad me pasen estos bichitos por mi tripa. Cuando me dejan sola de nuevo, me sumo en la lectura de un diario desgastado; mi único modo de recordar mi amor hacia él. Lloro ante él. Es una historia preciosa, no sé si es mía en realidad. Pero ante la clara falta de recuerdos, es un bonito cuento para creerse.