domingo, 19 de mayo de 2013

Reflejos

Otro domingo de melancolía más. Sólo es otro domingo más entre otros tantos, en los que me encuentro sentada en la parada del mismo tren, con la compañía de una maleta llena de cosas inútiles que recuerdan tu ausencia y, distraídamente, me pregunto como he llegado hasta aquí.

Anuncian la llegada de mi tren y, casi de forma autómata, ordeno a mis sentidos que se incorporen, mi cuerpo con ellos, aún con el regusto de esa agria despedida. Sin embargo, por unos segundos eternos, me quedo parada frente a esa chica que parece mirarme de modo inquisitivo tras el cristal, mientras el tren aminora su velocidad hasta detenerse. No sé si la reconozco. Una chica de ojos claros, de pelo cobrizo, alborotado, y cargada de recuerdos. Entonces, el tiempo quiso detenerse.

Esa chica extraña me observa, me pregunta, sin decir nada, quién soy. Si esa chica me hubiera preguntado con aquellos ojos hace un año, o quizás hace menos tiempo, si estaba segura del camino que había tomado, hubiera respondido un firme no. No, no quiero seguir. Que no sabía quién era, ni en qué quería convertirse, ni siquiera en quién había sido antes. Hubiera dicho que no merecía la pena sufrir, llorar, luchar, por intentar conseguir algo que ni siquiera era seguro. Hubiera exigido volver atrás en el tiempo para cambiar su rumbo y escoger uno más sencillo. Sin embargo, esa chica de hace un año, no cejó en su empeño, no desistió, recogió sus inseguridades, sus miedos, y los guardó, en algún lugar recóndito donde ni ella supiera donde volver a encontrarlos.

Hoy sé que he escogido el camino que debía, que estoy forjándome el futuro que quiero, que seré, que me convertiré en quien quiero ser. Sé que esta dura pelea, que todas estas lágrimas saturadas tras las despedidas del domingo, esa soledad al coger el tren, sí que merecerán la pena. Hoy, reconozco a la chica del reflejo, que me devuelve la sonrisa tras el cristal.