viernes, 29 de octubre de 2010

Pero, ¿por qué?


Tostadas con miel. Rutinarias tostadas con miel. ¿Por qué las adoraba tanto? ¿Qué le gustaría de ellas? Nunca me lo dijo. Me gustaría poder preguntárselo.

¿Sería su sabor dulce y empalagoso? ¿O el olor que desprendía? ¿Qué le haría sentir? No llegó jamás a cansarse de ellas. Un día tras otro, tras saludar a la mañana. Recuerdo aquella expresión de alegría que se adivinaba debajo de su rostro inmutable al ver que aparecía por la puerta entreabierta mi tímida sonrisa, acompañada de su olor favorito. Cada vez que él decidía quedarse a dormir en mi apartamento, me levantaba antes que él para poder darle los buenos días con un toque original.

Pero lo que recuerdo con más nitidez, siempre será nuestros pequeños momentos a solas. Tan momentáneos como encantadores. Aquella noche en el parque jugando como dos niños sin preocupaciones, haciéndonos reír el uno al otro, aunque tiritáramos de frío. O como en esa noche en la que estuvimos mirándonos a los ojos, sin mediar palabra, tumbados en la cama, nuestros cuerpos unidos, sin más que unas tristes sábanas que nos arroparan. No importaba; nuestra complicidad bastaba. O como sonreíste la primera vez que conseguí articular, tras mucho entrenamiento, aquellas dos palabras que siempre deseé gritar a los cuatro vientos. Cuanto nos amabamos, todo era como una especie de mundo a parte, hecho únicamente para nosotros.

Hoy recuerdo cómo te fuiste, mientras preparo, sin saber aún por qué, tus tostadas con miel. No sé aún por qué sigo con este extraño ritual matutino. Quizás no acepte que lo nuestro se terminó. Y esta vez, no existe un interruptor para borrarlo todo y comenzar de cero.
Tantos porqués sin respuesta. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué lloro? Quiero responderme, pero mis lágrimas no me dan tregua, y recorren tristemente mi mejilla. Miro a las tostadas, pero esta vez no estás detrás de mí para abrazarme dulcemente, como siempre solías hacer, ni susurrarme tus tranquilizadoras palabras que presagiaban un gran día.

Estas cuatro paredes reclaman tu ausencia, tus besos, tus abrazos, tus susurros. A cada paso, tu voz resuena en mis oídos... ¡Si sólo me lo hubieras pedido...!

¿Tan importante era “vivir tu vida” que no encontraste otra solución que abandonarme?

jueves, 21 de octubre de 2010

La chica del rincón del Gloria's

Estaba sentada en su rincón habitual del bar Gloria's, cerca del centro de París, amueblado al más puro estilo londinense. Como siempre, con su mano izquierda removía insistentemente su café con leche y con su mano derecha pasaba las páginas de un nuevo libro que la embargaba. Creo que sonaba alguna de las canciones tan reconocidas de Louis Armstrong. Buena elección. Su cigarro parecía consumirse en el cenicero arrinconado de su mesa mientras ella quedaba atrapada entre las páginas de su novela. Sumida en un mundo paralelo que parecía encantarle. Desde la mesa de enfrente parecía que una tímida sonrisa quería aflorar de sus labios. Algo gracioso aparecía entre aquellas líneas. Y sólo cuando había terminado de fulminarse un capítulo daba un pequeño sorbo al café que, como de costumbre, se había quedado frío. Entonces lo apartaba mirándolo con recelo y volvía a enfrascarse en su lectura. La recuerdo una mujer muy reservada, o al menos lo parecía. De aquellas personas que prefieren la compañía de un buen libro para matar el tiempo los días nublados o lluviosos, o simplemente los días más solitarios. El tipo de chicas a las que es difícil llegar y que una vez has conseguido articular un saludo o cualquier cumplido o cuando has logrado sacarle una verdadera sonrisa, no logras apartarlas de tu pensamiento y, sin darte apenas cuenta, quizás en varios segundos, has quedado dependiente de sus tranquilizadoras palabras.

lunes, 18 de octubre de 2010

Comentario a mi amor.

Qué fácil lo haces. Haces que todo parezca tan sencillo, tan hermoso. Siento que nada me falta cuando te veo aparecer por la ventana, que cualquier desazón en mí es fácil de combatir. Contigo adorno mis días más negros de sonrisas y luz, de magia y felicidad, de unas ganas incontrolables de vivir la vida, de vivir por y para ti.
Quizás pienses que es exagerado, pero más lo sería pensar que te quiero cuando en realidad yo por ti muero. Cuando en realidad te dedico miles de pensamiento a cada minuto, agradeciéndote que me quieras, que me comprendas, que me ames de esta forma tan sublime, y que entiendas mis defectos y sepas sobrellevarlos. Cuando cada cinco minutos sin saber de ti, me angustian y aumentan mi malestar. No le puedo llamar amor. No hay palabra que recoja todo lo que siento cuando estoy a solas contigo, cuando siento tu respiración entrecortada cercana a la mía. Cuando, en cualquier momento minucioso y monótono del día, juntos hacemos que parezca único.
Todo me parece tan sencillo de sentir, y, sin embargo, tan complicado de explicar.