sábado, 31 de marzo de 2012

Pasad. Bienvenidos.

Copos. Ligeros copos comienzan a caer ávidos desde un cielo cegado por el gris. Copos blanquecinos; copos congregados en cada tejado, en cada escalón, en cada banco desolado. Tal blancura es sólo interrumpida por los tímidos pasos de una temeraria pareja, dejando huella tras huella su camino implícito en la nevada. Nuevos copos cubrirán ese camino, como si jamás hubieran existido. Y nuevos pasos romperán esa serenidad.

Sólo soy una audiencia alejada de aquel frío blanco. Me dedico a inspirar historias en estos mis amigos, los copos de nieve. Cuántas historias no han sido descubiertas a tiempo porque la nieve se las ha llevado antes. Ángeles cincelados en la nieve, muñecos que parecen querer hablar; copos con los que los niños deseaban levantarse. Los copos siguen cayendo tras la ventana, sin saber nada, apartados de toda realidad. ¿Qué sabrán ellos de las leyendas que han inspirado, sobre su origen, sobre los sentimientos que hacen que germinen tras corazones de piedra?

Harta de ser pura audiencia. Abro la ventana. Cierro los ojos. Inspiradme, queridos míos, manejad mis manos al son de vuestra imparable caída, de vuestro destino fijado. Extiendo los brazos hacia atrás; me dejo llevar, mientras algunos de estos amigos se cuelan con el impulso del aire. Bienvenidos.