miércoles, 15 de junio de 2011

La dolorida habitación 355

(Si quieres conocer a Amaia, antes de nada lee la historia de Amaia)

Hacía ya tres meses desde aquello, y el chico se mantenía en un profundo sueño. Tres meses atrás, había cerrado sus ojos débiles para no volver a vislumbrar la luz de nuevo, lo último que observó fueron las mejillas de Amaia. Había depositado en ella sus últimas palabras de clemencia. Atemorizada, no supo qué hacer con aquel cuerpo abatido, pleno de moratones por doquier. Había sido víctima de una dura paliza, sin duda; sin embargo, seguía respirando a duras penas; se amarraba a su corazón, obligándole a que no dejara de bombear; no quería soltar la mano a la vida.

No quería verse involucrada en nada como aquello, y menos en aquel día, cuando su abuela les había abandonado a todos, al amparo de una vida miserable. Aún así, se apresuró a salvar la vida de ese muchacho, llevándole al hospital más cercano, a duras penas, y siguió acudiendo, día tras día, para comprobar si lograba abrir los ojos, y escapar así del coma. No sabía qué extraño sentimiento le obligaba a dirigir sus pasos hacia la habitación 355, sentarse al lado de la camilla y hablarle. Sentía que le conocía desde siempre, las palabras que salían de sus labios no eran seleccionadas ni filtradas previamente, sino que sabía exactamente lo que tenía que decirle. A pesar de todo, seguía sin levantar los párpados, ni siquiera para descansar de la nada que debía apesadumbrar al chico. Sus primerizos prejuicios hacia él, dejaron paso al cariño y la responsabilidad por él. Quería conocerle, saber qué le había llevado a caer en esa calle apartada del mundo, qué miedos tenía, e ilusiones, si prefería el verano o el invierno... Amaia le había dado la oportunidad de regresar.

Era miércoles. Comenzaba el cuarto mes desde el incidente, y aún no despertaba. La primavera dejaba sus primeros rastros entre los jardines, renaciendo las flores germinadas durante el invierno. Amaia decidió que sería buena idea coger un par de margaritas y alegrar la habitación. Quizás despertara, al menos pronto.

- Oh, dios mío... -Amaia se quedó plantada en la puerta, sin que sus piernas pudieran responder. Sabía que este momento tenía que pasar, quizás, en el fondo, creía que podría cuidar de él siempre, sin que él supiera quién estaba tras sus cuidados y visitas diarias. Sí, él había despertado, y lo peor de todo es que el corazón de Amaia comenzaba a enloquecer por la cantidad de sentimientos agolpados en su puerta, que intentaban abrirse paso sin esperas- Oh, no.

Sus manos habían abandonado todo deseo de fuerza y soltaron las margaritas. Hasta que rozaron el suelo, el chico no se percató de la presencia de Amaia en la puerta, que parecía ansiar abandonar la habitación y, en el mismo instante, entrar.

- Hola. Mi nombre es Daniel.

3 comentarios:

  1. Has vuelto!! Se han echado de menos estas historias y ahora me has dejado todavía más intrigada si cabe!!

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  2. Te he dejado un premio en el blog, pasate cuando quieras (:
    ¡Un gran beso!

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  3. PD. ¡Ya sabemos lo que pasa con el chico!
    Bien bien, quiero ver como avanza la historia, de verdad que me interesa :)

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